viernes, 13 de enero de 2017

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La naranja mecánica (A Clockwork Orange), 1971

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Alex te mira, directamente hasta que te incomoda. En un duelo de miradas ganaría él, sin dudarlo un segundo, y luego te daría una paliza (probablemente) o te violaría. O las dos cosas. 

Alex deLarge, personaje que ya tiene más de 45 años, se convirtió en un icono desde que la película de Kubrick empezó a proyectarse en el cine. Esta es la primera imagen del film, una mirada larga y directa que te reta a que pienses si estas preparado para lo que vas a ver. 

Hoy, las escenas de violencia de la naranja mecánica no nos parecen tan brutales como debían serlo en 1971. De hecho, en esta revisión de la película, yo misma me he dado cuenta de que me he insensibilizado y las escenas que hace 20 años me revolvían, hoy tienen mucho menor efecto. 

Igualmente la película es brutal, directa como la mirada de Alex, no se va por las ramas para contarnos la historia más famosa de la reinserción conductista. Todos los elementos: la música, la planificación de las escenas, el diseño, el arte, los personajes, los maravillosos movimientos de cámara, etc... son poderosos y extraños y te dejan una impresión que no se olvida. 

No se puede decir ya nada original de La naranja mecánica, ni falta que hace. Críticos reconocidos y filósofos han hablado sobre ella, y más críticos cinéfilos, y también Kubrick, e incluso una televisión reunió a Anthony Burgess and Malcom McDowell para analizar la película. 

Poco hay que decir a estas alturas, tan solo que es un espectáculo digno de revisitar, aunque su mensaje hoy en día parezca, como dice Alberto Abuin en Blog de Cine, pura demagogia. 

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